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Cada vez estamos más informados acerca de los beneficios del ejercicio físico en la salud, y en los últimos años nuestra conciencia acerca de ello ha ido creciendo, gracias también a un nuevo concepto de salud que se ha orientado a la promoción de ambientes y estilos de vida saludables. De hecho, la OMS señala una serie de áreas básicas de actuación para la salud y entre ellas está la actividad física. Asimismo, señala que la actividad física disminuye el riesgo de infarto, la presión arterial, aumenta la capacidad pulmonar, mejora problemas de obesidad, mejora el tono muscular y el sueño, entre otros aspectos. También afirma que la inactividad física es el cuarto factor de riesgo de mortalidad en todo el mundo.
En mayo de 2004, la Asamblea Mundial de la Salud respaldó la resolución WHA 57.17 de Estrategia Mundial sobre Régimen Alimentario, Actividad Física y Salud donde se recomendaba que los Estados Miembros desarrollaran planes de acción y políticas nacionales para aumentar los niveles de actividad física de sus poblaciones. En esta misma línea, el Ministerio de Sanidad de España estima que el 13,4% de todas las muertes podrían evitarse si las personas inactivas físicamente cambiaran sus estilos de vida y llegaran a ser activas. Además relacionan la inactividad con una peor evolución de enfermedades y a una mayor pérdida de capacidad funcional.
¿POR QUÉ PRACTICAR DEPORTE?
Entonces, ¿por qué no practicar deporte? Hay diferentes teorías al respecto:
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La teoría psicológica afirma que lo hacemos por la distracción. Es la distracción de eventos estresantes, más que la propia actividad, lo que explica la mejora de sensaciones relacionadas con el ejercicio físico. Esta distracción rompe el ciclo vicioso del pensamiento pesimista. Asimismo, el ejercicio físico mejoraría la autoestima, el estado de ánimo y el equilibrio emocional.
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La teoría fisiológica apunta a las endorfinas. Éstas disminuyen la sensación de dolor y producen un estado de euforia. El aumento de endorfinas, cuya producción se multiplica proporcionalmente al esfuerzo del organismo, explica la sensación de bienestar durante y después del ejercicio físico. Esta teoría también destaca razones como la relajación muscular, aumento de la temperatura corporal, aumento de la liberación de catecolaminas, dopamina, serotonina y noradrenalina, cambios en las ondas cerebrales y aumento del flujo sanguíneo y oxigenación del sistema nervioso central.
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La teoría social, circunscribe la causa por la mejora de la autoestima y la percepción de control sobre su propia vida.
LA ACTIVIDAD FÍSICA COMO TRATAMIENTO
En la realización del ejercicio físico intervienen factores motivacionales, pero también se tienen en cuenta las consecuencias tanto a corto como a largo plazo sobre la salud mental tanto en personas sanas como enfermas y no sólo en la prevención de trastornos mentales sino también en el tratamiento de los mismos. En este sentido, la práctica del ejercicio físico puede actuar como complemento terapéutico, sobre todo en tres áreas:
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Disminución de la ansiedad y de la depresión.
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Aumento de los sentimientos de autoestima y en particular de aquellos relacionados con la apariencia física.
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Mejoría de la capacidad para afrontar el estrés psicosocial.
¿EN QUÉ PATOLOGÍAS PODRÍA SER APLICADA LA ACTIVIDAD FÍSICA COMO TRATAMIENTO?
Pero para producir efectos psicológicos, el ejercicio físico ha de tener la suficiente duración e intensidad. Según Weyerer y Kupfer, las probabilidades de presentar sintomatología depresiva son mayores en personas sedentarias más que en aquellas que realizan algún tipo de ejercicio físico. Lo importante a la hora de realizar ejercicio físico en este tipo de pacientes sería lo siguiente:
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Buscar el tipo de ejercicio que sea más agradable para el paciente.
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Fijar metas razonables pero con rigor.
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Buscar ejercicios sociables como fuente para prevenir el aislamiento.
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Usar la música como terapia coadyuvante a la realización de ejercicio.
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Realizar ejercicios en contacto con la naturaleza y a las horas centrales del día para recibir más energía lumínica.
Weinberg y Gould señalan en esta misma línea, que una forma de vida sedentaria aumenta el riesgo de depresión y la depresión aumenta la probabilidad de una forma de vida sedentaria. Para estos autores, cuanto más regular sea la actividad física, cuanto mayor sea el número total de sesiones y cuanto más largo sea el programa de ejercicios, menores serán los niveles de depresión. Estos hechos no sólo se aplican a trastornos como la depresión. Por ejemplo, a través de una intervención de terapia ocupacional basada en la actividad física para pacientes con Alzheimer es posible mejorar las actividades básicas de la vida diaria (cuidado del propio cuerpo) y las actividades instrumentales de la vida diaria (actividades en su casa y en la comunidad).
OTROS BENEFICIOS
Fomentar el ejercicio físico entre los pacientes que se dializan reduce de manera significativa los trastornos de depresión y ansiedad que de forma común sufren este tipo de pacientes. Hay un acuerdo unánime en que los programas de ejercicios físicos deben ser uno de los tratamientos básicos en todos los pacientes con fibromialgia ya que disminuye los niveles de estrés y la percepción del dolor. La práctica de actividad deportiva, especialmente la competitiva, repercute en un mayor bienestar psicológico en personas con discapacidad.
También puede ser un factor de calidad de vida en la medida que se cumplan algunas condiciones: que se realice como una actividad de ocio y tiempo libre, que mejore o mantenga la salud, que sus beneficios socioeconómicos sean mayores que sus costes (renuncia a otras actividades, empleo de recursos económicos, relaciones interpersonales) y que se experimenten emociones placenteras en su práctica. Puede verse como un elemento protector para la aparición de trastornos de personalidad, estrés laboral o académico, ansiedad social, falta de habilidades sociales, disminución del impacto laboral, social y familiar del estrés postraumático.
CONCLUSIONES
A mayor actividad aeróbica, menor degeneración neuronal. Así, algunos procesos y habilidades cognitivas cerebrales en personas mayores eran mejores si practicaban una actividad física. Y lo mismo ocurre en niños. Dedicar un tiempo sustancial a una actividad física en las escuelas trae beneficios en el rendimiento académico de los niños. Así pues, hay una relación entre el ejercicio físico y el estilo de vida, pero también con la salud y el bienestar.
Parece que está claro el uso del ejercicio físico para combatir enfermedad físicas, como la hipertensión o la diabetes, pero no se le da tanta importancia a su efecto en trastornos mentales, como la depresión y la ansiedad, dos de los trastornos más comunes en nuestra sociedad. Habría que potenciar la práctica de actividad física, tanto para la prevención como para la mejora de estados negativos de la salud, tanto física como psicológica. Es un elemento central, por tanto, en los programas de promoción de la salud para todo tipo de población, tanto infanto-juvenil como adulta y con o sin patologías específicas, así que a calzarse los tenis.
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