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El atleta japonés corrió este domingo su maratón número 52 mientras compagina su trabajo a tiempo completo en un instituto con su lucha por estar en los Juegos Olímpicos de Río 2016.
En el instituto Kasukabe de la prefectura de Saitama, al norte de Tokio, el funcionario que atiende las llamadas y resuelve las dudas de los estudiantes dormió este fin de semana en un hotel de Nueva York, donde le esperaba una apretada agenda de entrevistas horas antes de la dura competencia con los atletas africanos y conseguir un puesto entre los mejores en el Maratón de Nueva York, el más multitudinario del mundo, en el que el año pasado fue undécimo. En una de ellas recibió a EL PAÍS Yuki Kawauchi, de 28 años, el corredor japonés que ha revolucionado el concepto de deportista de alto nivel: trabaja 40 horas semanales, rechaza cobrar de patrocinadores —en cualquier caso los funcionarios japoneses no pueden recibir dos salarios—, y compite cada año en más de una decena de maratones, una frecuencia inusitada en un atleta de élite, que rara vez superan los tres o cuatro al año.
La extrema libertad con que Kawauchi dirige su carrera deportiva, sin entrenador ni patrocinadores y compitiendo cada semana cuándo y dónde quiere, no es habitual en un deporte en el que los mejores llevan rigurosos estilos de vida marcados por una triada: correr, comer y dormir, en la que un empleo a tiempo completo era sinónimo de fracaso. “Por ahora me ha funcionado bien así. No me gusta depender de sponsors, prefiero tomar mis propias decisiones”, explica a través de su agente Brett Larner, que hace de traductor y actúa de intermediario con las carreras que quieren invitarle. No cobra en ninguna de ellas, solo se permite aceptar los premios que ofrezca la prueba si se los gana sobre el asfalto, y dado que muchas de las invitaciones llegan de fuera de Japón, emplea la gran mayoría de sus 25 días de vacaciones anuales en estos viajes.
Tan bien le ha ido desde que corriera su primer maratón en 2011, que en Tokio usa gafas de sol para que no le reconozcan por la calle. A la hora de explicar las razones de su popularidad, encuentra dos: “He conseguido estar entre los mejores con un trabajo a tiempo completo y corro muchas carreras en islas y lugares que los grandes atletas no incluyen en sus calendarios”. Sobre cómo compagina trabajo y deporte de élite, no hay más explicación que la organización del tiempo que él mismo detalla, en la que reconoce que no hay lugar para las relaciones amorosas: “Me levanto a las siete, desayuno, corro, trabajo desde la una de la tarde, como y sigo trabajando hasta las nueve y cuarto de la noche. Llego a casa, ceno, tomo un baño y duermo siete horas y media”. En total, 140 kilómetros semanales repartidos en cinco sesiones de entrenamiento que califica de “fáciles”, más una de velocidad y una carrera a la semana. Un kilometraje muy inferior a los cerca de 200 semanales de la mayoría de atletas de élite, que pueden permitirse doblar sesión mañana y tarde.
En Japón, los maratonistas gozan de una alta estima social, algunas pruebas tienen índices de audiencia impensables en Europa y sus atletas obtienen buenos resultados internacionales en los 42 kilómetros y 195 metros, registros a veces opacados por el dominio africano. Kawauchi acumula ya unas estadísticas de vértigo: fue parte del equipo japonés que obtuvo la medalla de plata en el Mundial de Daegu 2011, y ha estado en el podio en 31 de los 51 maratones que ha corrido, en 23 ocasiones en lo más alto del cajón. Su mejor marca: 2 horas 8 minutos y 14 segundos en Seúl 2013.
No tiene un recuerdo claro de la primera vez que corrió, pero sí de que entre los 6 y 12 años sus padres le llevaban a correr cada día y medían sus progresos con un cronómetro. “No creo que buscaran convertirme en atleta, solo que estuviera fuerte y sano”. Aunque ahora suele entrenar solo, sus hermanos pequeños, Koki y Toshiki, maratonianos de menor nivel, le acompañan a veces.
Vestido con austeros chándals fuera de sus horas de trabajo, la risa recurrente del Kawauchi relajado contrasta con las características muecas de dolor que exhibe en los kilómetros finales del maratón: dientes apretados, ojos entornados y constante cabeceo. Su capacidad para soportar sufrimiento le lleva a forzar por encima de sus límites: recibe atención médica al acabar muchos de sus maratones, y en alguna ocasión se desploma poco después de cruzar la meta y es trasladado al hospital para recibir oxígeno. “Siempre corro con la mentalidad de que si muero en carrera no pasa nada”, llegó a decir tras sus primeros éxitos.
Un mes después de Nueva York, correrá el Maratón Internacional de Fukuoka (Japón), la primera de una serie de pruebas en las que buscará clasificarse para los Juegos Olímpicos de Río 2016, uno de los tres sueños que le quedan. ¿Los otros dos? Ganar una medalla individual en el Mundial de Londres 2017 y correr 100 maratones por debajo de 2 horas 20 minutos. De conseguir esto último, superaría ampliamente el récord histórico de 76 fijado por el estadounidense Doug Kurtis en los años 80. Si no hay imprevistos, Kawauchi sumará este domingo en Nueva York el número 52. Casi dos meses después estará en España, uno de sus destinos habituales para acabar el año. En 2013 corrió la San Silvestre Vallecana y el pasado la Cursa del Nassos de Barcelona, que también se celebra cada 31 de diciembre, en la que prevé repetir este 2015.
La importancia que tiene el maratón en su vida sale a la luz en las dos únicas respuestas en las que no necesita explayarse. ¿Qué es el maratón para ti? “Mi vida”. ¿Hasta cuándo quieres seguir corriendo? “Hasta la muerte”. En su caso, está descartada la rueda de prensa anunciando su retirada. Eso es cosa de profesionales. Kawauchi invoca el espíritu amateur y rebelde del que no tiene ataduras, pero sabe que el tiempo también juega en su contra. “Simplemente llegará un momento en que mi nivel baje y ya no gane tantas pruebas. Espero entonces ser una inspiración para que atletas más jóvenes sepan lo que puedan conseguir”. Entre los planes del funcionario de Saitama también está escribir un libro. Tal vez en sus primeras páginas leamos sobre un niño que corría contra los segundos del reloj paterno. Las últimas aún están por escribirse, este fin de semana ya escribió el capítulo dedicado al Maratón de Nueva York de 2015.
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